domingo, 22 de noviembre de 2020

“SOY YO, LA MUERTE” — ADA CORETTI (Selección Terror, 461. Bruguera)

Me temo que a pesar de esa portada absolutamente soberbia estamos ante la enésima trama de herederos en casa aislada que la Coretti tanto frecuentó. Pero es que esa prístina inocencia (o ganas de troleo) del portadista me llevan a dedicarle una entrada a esta, por lo demás, entretenida y tópica trama de whodunit campestre. De hecho, el esquema de Tía moribunda y sus tres sobrinas sospechosas –a lo “Rey Lear” en femenino y en novela negra- ya había sido usado anteriormente por la propia Echevarri. Esa sosería argumental, que además nos trae a la Coretti más académica y alejada de esa otra Coretti de tripas e higadillos que tanto nos gusta, resulta a ratos tan desangelada que tienes que consolarte a veces cerrando el bolsi y contemplando, una vez más, esa magnificencia portadil (¿No decíais que a veces las “covers” de los bolsis no tenían nada que ver con el contenido? ¡Pues toma dos tazas! Esta tampoco… pero con el título sí, de esa ridícula y maravillosa manera). Bueno, intento dejar el síndrome de Stendhal y concentrarme. Señora mayor de corazón débil, pero de cuenta corriente muy sana, recibiendo ataques de susto en su mansión a lo “Luz que Agoniza”, por aquello de que estire la pata y afloje de una vez. Para ello muñecos ahorcados descolgándose por ventanas, cadáveres de cabezas que ruedan por las escaleras en los mejores momentos y, lo más Coretti de todo, esa mano cercenada que el villano emplea para acariciar la propia mano de la señora amenazada. Pero a pesar de estos efectos gore la verdad que sangre poquita, y sí mucho sobresalto sónico, casa aislada por la nieve y la milagrosa aparición de un detective que pasaba por allí y acaba resolviendo el misterio. Un no parar de leer y un entretenimiento digno. Pero que palidece ante (sí, otra vez) esa portadaza que me dan enormes ganas de enmarcar y poner al lado de mi ordenador.


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