Me temo que a pesar de
esa portada absolutamente soberbia estamos ante la enésima trama de herederos
en casa aislada que la Coretti tanto
frecuentó. Pero es que esa prístina inocencia (o ganas de troleo) del
portadista me llevan a dedicarle una entrada a esta, por lo demás, entretenida
y tópica trama de whodunit campestre.
De hecho, el esquema de Tía moribunda y sus tres sobrinas sospechosas –a lo “Rey
Lear” en femenino y en novela negra- ya había sido usado anteriormente
por la propia Echevarri. Esa sosería
argumental, que además nos trae a la Coretti
más académica y alejada de esa otra Coretti
de tripas e higadillos que tanto nos gusta, resulta a ratos tan desangelada que
tienes que consolarte a veces cerrando el bolsi y contemplando, una vez más,
esa magnificencia portadil (¿No decíais que a veces las “covers” de los bolsis no tenían nada que ver con el contenido?
¡Pues toma dos tazas! Esta tampoco… pero con el título sí, de esa ridícula y
maravillosa manera). Bueno, intento dejar el síndrome de Stendhal y concentrarme. Señora mayor de corazón débil, pero de
cuenta corriente muy sana, recibiendo ataques de susto en su mansión a lo “Luz
que Agoniza”, por aquello de que estire la pata y afloje de una vez.
Para ello muñecos ahorcados descolgándose por ventanas, cadáveres de cabezas
que ruedan por las escaleras en los mejores momentos y, lo más Coretti de todo, esa mano cercenada que
el villano emplea para acariciar la propia mano de la señora amenazada. Pero a
pesar de estos efectos gore la verdad que sangre poquita, y sí mucho sobresalto
sónico, casa aislada por la nieve y la milagrosa aparición de un detective que
pasaba por allí y acaba resolviendo el misterio. Un no parar de leer y un
entretenimiento digno. Pero que palidece ante (sí, otra vez) esa portadaza que
me dan enormes ganas de enmarcar y poner al lado de mi ordenador.
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