sábado, 30 de mayo de 2020

HORROR, 40 (Ediciones Zinco. Noviembre, 1984)


Continúa la colección “Horror”, clásico del fumetti editado en nuestras latitudes, con la estructura habitual. A saber, una nueva aventura del serial de Sepulkra, la resucitada cuya entrepierna provoca descargas eléctricas y la muerte inmediata a todo el que intente acceder a ella; y dos historias cortas autoconclusivas. Como siempre estas dos últimas son de época, normalmente suelen pasearnos por entre los siglos XVIII y XIX, pero siempre hay incursiones medievales y hasta prehistóricas. No fallan malos rollos entre familiares, cuernos, señoritas que se quedan sin ropa y sin vida casi a la misma vez y algún que otro ser deforme practicando onanismo. En esta grapa tenemos una historia de supuesta venganza de ultratumba y un retablo sobre un anillo maldito que nos lleva desde el reino de Salomón hasta el de Maria Antonieta. Pero por partes…

En “El Espectro” tenemos a un ricachón en silla de ruedas incapaz de dar placer a su neumática y rubísima esposa. Ella jura fidelidad, pero él, al más puro estilo “Lady Chatterley” la anima a irse con otro semental más capaz. Ella consigue encontrar un médico de gran fama que dice poseer un método aun experimental pero de grandes resultados para devolverle las piernas al inválido. La gracia de todo esto reside en que el médico es joven y de buen ver (la esposa expresará su desconcierto, al esperar un señoro más talludito, pero él replicará que las apariencias engañan y que, de hecho: “soy candidato al Nobel” ), y la ama de llaves del señor de la silla de ruedas, secretamente enamorada del mismo, sospechará algo raro desde el principio... pero con la genialidad de que en realidad no había plan maligno alguno. El médico es un buenorro, de acuerdo, y su tratamiento es a base de dosis de cianuro, lo cual da que pensar. Pero todo empieza inocentemente y con la mejor de las intenciones, a pesar de los malos augurios de la ama de llaves. Solo que al final… lo que había pensado, ocurre. Médico y rubia se descocan y deciden pasarse una mijilla con el cianuro para cargarse al caballero ricachón y quedarse con casa y castillo. Lástima que la herencia hace mención a un cofre en el que se encuentran las perras y necesiten una sesión de espiritismo para encontrarla. Lo cual desatará apariciones fantasmales, sustos de cadáveres en bañeras, arrancamiento de ojos y otras yerbas. Al final muere hasta el apuntador.
Sesiones espiritistas que acaban saliéndose de madre
En la historia de Sepulkra asistimos al climax de su enfrentamiento con un apuesto caballero aficionado a llevarse a sus conquistas a la alcoba, lugar en el que, con o sin fornicio, se transforma en hombre lobo y desmiembra alegremente a la infortunada que le haya tocado. Obviamente da con la horna de su zapato al intentar ligarse a nuestra resucitada protagonista, así que vemos un duelo de saltos, cimbreos y esquivamientos entre hombre lobo y resucitada en pelotas que ni los de Chaney/Lugosi en “El Hombre Lobo Vs. Frankenstein”. Al final, como ocurre siempre, la lujuria salva el día, y el licántropo sucumbirá ante la idea de introducir su peludez entre las mortales piernas de Sepulkra, con el eléctrico, fogoso y mortal resultado. Para los que somos fans del mismo, tenemos al final una aparición del mítico “jorobado lúbrico”, enamorado de la resucitada.
La perdición del chucho será hacer caso a Sepulkra
Como anunciábamos en la intro, “El Anillo de Salomón” nos habla de la curiosa maldición que va de época en época de la joya del título. Comenzando en la antigüedad, con Salomón beneficiándose a la Reina de Saba gracias a los extraños poderes del anillo. Cual enrevesado y absurdo filtro de amor, te colocas el anillo y un espectro lujurioso aparece y te sexualiza a niveles nunca experimentados. Pero el genio del anillo te deja a las puertas del placer supremo y te informa de que si quieres sentir ese cosquilleo sexy de nuevo, tienes que buscar a la persona que te dio el anillo para darte lo tuyo. Así vemos al bíblico Salomon cabalgando a la Reina, pero habrá consecuencias. Igual que siglos después, en plena Francia pre-revolucionaria, cuando una cortesana usará los poderes del anillo para poseer a la mismísima reina Maria Antonieta. Lástima que le puede el rencor y querrá dominarla por el lado sado y disciplinario del asunto, con arrodillamientos, fustas y otros pasotes casquivanos, que provocarán que la reina se sulfure. Nobleza obliga. Total, para acabar en la guillotina, como es de ley. Aunque todos los demás también palman. Como era norma en estas historias, el desenlace se resume en escabechina, fuego y cabezas rodando. La vida misma, vaya. 
Al principio el juego tiene su aquel, pero cuando llegamos a los latigazos...
En resumen, la portada maravillosa, los guiones desopilantes –a veces piensa uno qué habría hecho con estas historias de detalles tan graciosos, y a veces sorprendentes, alguien que supiera escribir- y los dibujos entre lo entrañable y lo mediocre, como corresponde. Puro tebeo erótico italiano.

jueves, 28 de mayo de 2020

“DETECTIVE EN EL TIEMPO” — CURTIS GARLAND (La Conquista del Espacio, 221. Bruguera)


Cuando un asesino fugado, con la habilidad de transformarse en toda persona, animal o cosa que se os ocurra, se escapa en una máquina del tiempo para hacer sus tropelías en todas las eras que pille (con la insana intención de cargarse el continuo temporal) solo el agente futurista Zekk podrá detenerlo.  ¿Y si resulta que el asesino ha secuestrado a la prometida del propio Zekk y la está llevando de paseo por tres épocas de la historia no precisamente amigables? Pues ya tenemos el disfrute montado. “Detective en el Tiempo” nos lleva por tres “set pieces” históricas distintas y en ellas asistiremos a una frenética, erudita y excelentemente ambientada persecución por tres escenarios a cuál más atractivo. Que el maremágnum de portada de Miguel García esta vez SÍ logra reflejar. Cada uno de estos tres bloques temporales por los que se enfrentan héroe y villano tiene su propia ambientación y narrativa, sin que por ello sufra el tono general y sci-fi de la historia. 

Una vez más asistimos al mimo y cuidado con que el gran Juan Gallardo Muñoz impregnaba sus historias. Primero viajamos al antiguo Egipto de los faraones, donde el agente Zekk tendrá que infiltrarse para descubrir la forma que ha tomado el villanesco Sarko en plena ciudad de Tebas. Allí asistirá a las intrigas palaciegas para derrocar al faraón mientras investiga el disfraz que ha tomado el villano. De hecho, se podría decir que cada una de las tres partes funciona como una novela “noir” de anticipación en la que sufrimos junto al protagonista la incertidumbre sobre tras qué rostro se puede haber escondido Sarko esta vez. ¡Y en cada ocasión es una sorpresa! Tras salir de Egipto nos escapamos nada menos que a la Inglaterra de primeros del XVIII. Allí se reproduce el misterio, pero… ¡ojo! tenemos el cameo, bastante importante en la narrativa de esta secuencia, ¡del bandolero Dick Turpin himself!!! Como bien me comenta Alberto López Aroca, esto consigue colar un pastiche vintage en toda regla justo en el medio de una novela de ciencia-ficción. Y tiene todo lo que esperamos de tal personaje. Posadas oscuras, misterio, robos, carisma, espadazos y mucho honor de bandido. Obviamente Garland tira hacia la versión novelesca y romantizada del personaje, como debe ser. Y, aun así, al igual que el fragmento en Egipto, la documentación sobre época, edificios y costumbres –sintetizadas en las inevitables notas “garlandianas”- derrochan el saber del autor junto a su habilidad para mantenernos interesados en el suspense.

El último tercio es, digamos, el más propiamente “sci-fi” del conjunto, pues la persecución culminará en un complejo futurista mega-tecnológico, con computadora inteligente incluida. Allí se reanudará la intriga al cometerse una misteriosa serie de asesinatos que conseguirá burlar incluso al perspicaz ordenador de la base. Así que le toca de nuevo a Zekk usar las meninges y salvar por fin a su amada de las garras del esquivo malandrín espacio-temporal en, quizás, la parte más apresurada del conjunto. Lo cual es un clásico en estas novelas, ya que la fatídica página 96 se acercaba para cerrar el librito y la fiesta. Pero en general la acción es intensa, los personajes dignos de seguimiento, el sentido de la maravilla más que bienvenido y el entretenimiento de calidad asegurado. ¡Loor y gloria a Don Curtis!