¡SÍ! Ambiente de rock
setentero para un noir absolutamente
delirante, incorrecto y gozoso del señor Gallardo
Muñoz. Publicada en plena era del rock duro más glamouroso (1975), “Sangre
para una Ópera Rock” es una absurda obra de arte bolsilibresca que es
un despendole casi en cada página y que nos cuenta la historia de dos jóvenes
músicos unidos por el crimen. Ella canta folk
de forma modesta pero sentida y acaba de salir de una institución mental debido
a unos bloqueos y “apagones” durante los cuales intenta matar gente –o al menos
de eso quieren convencerla algunos villanos en la sombra –. Mientras que él es
el nuevo frontman de la banda de glam-rock The Silver Computer, una especie de machotes con purpurina al más
puro estilo New York Dolls. Y ojo al
dato, porque el mencionado nuevo frontman
se llama Mike Monroe. En efecto,
como el cantante de la banda real de glam
Rock Hanoi Rocks, que por las
fechas de la publicación de este libro… ¡¡aún no había ni grabado su debut!!
(vaticinios de novela de a duro).
Pero agarraos que vienen
curvas. Porque una cosa es que seas una romántica cantante a lo Joan Baez, en torno a la cual suele
aparecer peña asesinada de forma misteriosa, y otra muy distinta lo que le sucede
al pobre Michael Monroe. Porque
resulta que cuando no están dando bolos o grabando discos, The Silver Computer se quitan los trajes de lentejuelas y se ponen
pasamontañas; a la vez que sueltan las guitarras y baquetas y agarran las
metralletas para convertirse en… ¡¡ La
Guerrilla Simbiótica Alfa!! Un grupo terrorista y mafioso atracador de
bancos para financiar su causa (la cual no descubrimos en toda la historia) y
que está liderada por una absoluta genialidad de personaje que es el que se
dedica a robar planos durante toda la trama. El duro pero afeminado manager
terrorista Tio Doria, manager gay
duro como el pedernal. Una brutal mezcla entre Peter Grant y el Herodes
de “Jesucristo
Superstar”. Lo mismo planea
mil atentados y maldades desde su espectacular base de operaciones -Un centro
de música electrónica y grabación magnética del sonido, en un modernísimo
rascacielos frio y tecnológico a tope- que se enfurruña porque su protegido Mike Monroe no acata sus sanguinarias
ordenes o patalea decepcionado porque sus atracos con crimen no están en
primera plana y los relegan a páginas interiores. Todo esto mientras el Tio Doria viste literalmente (y cito): «el maquillaje exagerado de singular miembro del gay power». Gusta
de planear sus maldades luciendo bata de seda estampada, fumando cigarrillo
aromatico y trasegando de una botella de licor verde (absenta fijo).
Entre los intentos de
unir al pobre Mike a su terrorista
causa, se encuentra el suavizarlo enviándole a una femme fatale en versión groupie
del infierno. El cantante intenta ayudar a la pobre (y folkie) prota de la novela con la posible intención de la
inevitable boda final, pero no contaba con la visita de Saddie North (Saddie,
ese nombre tan importante en el rock psicodélico de la época), bomba sexual
destinada a seducir a Mike Monroe
para atraparle, porque puede conquistar a cualquier hombre (cosa que, por
cierto, Doria verá con celos
enrabietados). Y ya tenemos montado el drama, el triángulo, los tiroteos, la
policía más perdida que un piojo en el pelo a lo afro que algún personaje llevará
sin duda, y una chirigota final con enredos, asaltos a mansiones, giro sorpresa
y whodunit final… además de la
impagable aparición del Tio Doria en
“impermeable color grosella y luciendo
labios retocados”. Por mucho que se esté asistiendo a un final sangriento de esos a
lo Peckinpah hay que mantener el estilo.
Si todo esto no es
suficiente para haceros salir corriendo a por esta maravilla yo ya me retiro
del mundo. ¡Oro puro!
No hay comentarios:
Publicar un comentario