jueves, 28 de mayo de 2020

“DETECTIVE EN EL TIEMPO” — CURTIS GARLAND (La Conquista del Espacio, 221. Bruguera)


Cuando un asesino fugado, con la habilidad de transformarse en toda persona, animal o cosa que se os ocurra, se escapa en una máquina del tiempo para hacer sus tropelías en todas las eras que pille (con la insana intención de cargarse el continuo temporal) solo el agente futurista Zekk podrá detenerlo.  ¿Y si resulta que el asesino ha secuestrado a la prometida del propio Zekk y la está llevando de paseo por tres épocas de la historia no precisamente amigables? Pues ya tenemos el disfrute montado. “Detective en el Tiempo” nos lleva por tres “set pieces” históricas distintas y en ellas asistiremos a una frenética, erudita y excelentemente ambientada persecución por tres escenarios a cuál más atractivo. Que el maremágnum de portada de Miguel García esta vez SÍ logra reflejar. Cada uno de estos tres bloques temporales por los que se enfrentan héroe y villano tiene su propia ambientación y narrativa, sin que por ello sufra el tono general y sci-fi de la historia. 

Una vez más asistimos al mimo y cuidado con que el gran Juan Gallardo Muñoz impregnaba sus historias. Primero viajamos al antiguo Egipto de los faraones, donde el agente Zekk tendrá que infiltrarse para descubrir la forma que ha tomado el villanesco Sarko en plena ciudad de Tebas. Allí asistirá a las intrigas palaciegas para derrocar al faraón mientras investiga el disfraz que ha tomado el villano. De hecho, se podría decir que cada una de las tres partes funciona como una novela “noir” de anticipación en la que sufrimos junto al protagonista la incertidumbre sobre tras qué rostro se puede haber escondido Sarko esta vez. ¡Y en cada ocasión es una sorpresa! Tras salir de Egipto nos escapamos nada menos que a la Inglaterra de primeros del XVIII. Allí se reproduce el misterio, pero… ¡ojo! tenemos el cameo, bastante importante en la narrativa de esta secuencia, ¡del bandolero Dick Turpin himself!!! Como bien me comenta Alberto López Aroca, esto consigue colar un pastiche vintage en toda regla justo en el medio de una novela de ciencia-ficción. Y tiene todo lo que esperamos de tal personaje. Posadas oscuras, misterio, robos, carisma, espadazos y mucho honor de bandido. Obviamente Garland tira hacia la versión novelesca y romantizada del personaje, como debe ser. Y, aun así, al igual que el fragmento en Egipto, la documentación sobre época, edificios y costumbres –sintetizadas en las inevitables notas “garlandianas”- derrochan el saber del autor junto a su habilidad para mantenernos interesados en el suspense.

El último tercio es, digamos, el más propiamente “sci-fi” del conjunto, pues la persecución culminará en un complejo futurista mega-tecnológico, con computadora inteligente incluida. Allí se reanudará la intriga al cometerse una misteriosa serie de asesinatos que conseguirá burlar incluso al perspicaz ordenador de la base. Así que le toca de nuevo a Zekk usar las meninges y salvar por fin a su amada de las garras del esquivo malandrín espacio-temporal en, quizás, la parte más apresurada del conjunto. Lo cual es un clásico en estas novelas, ya que la fatídica página 96 se acercaba para cerrar el librito y la fiesta. Pero en general la acción es intensa, los personajes dignos de seguimiento, el sentido de la maravilla más que bienvenido y el entretenimiento de calidad asegurado. ¡Loor y gloria a Don Curtis!

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