Surrealista y
divertidísima premisa la de esta historia del gran Vera Ramirez sobre una panda de pijos adinerados que se aburren. ¿Y
qué es lo primero que piensan hacer para salir del inevitable hastío vital de
su rutina de caras posesiones y guateques sin fin? ¡Drogarse! Pero tranquilos,
la más decente de todos decide, asqueada de tanto proyecto degenerado, chequear
que hay de verdad en ese misterioso anuncio de contactos amorosos del
periódico: “Charly está solo. ¿Quieres estar a solas con Charly?”. A partir de aquí se suceden las sorpresas. La chavala
decide llamar y descubre que no hay nada siniestro en el tal Charly, sino que además de atractivo y
carismático es mayordomo de dos Lores que tienen un siniestro caserón en las
afueras. Una vez allí...
No quiero soltar muchos
spoilers, pero lo que prometía ser una noche de sexo salvaje y desprejuiciado
en un casoplón (sí, es la más decente del grupo, pero tiene sus momentos) se
transforma en una auténtica “Danza Macabra”. Y cito
intencionadamente este film de Antonio
Margheritti, porque nuestra sufrida protagonista se quedará genuinamente a
solas y, como el protagonista de ese peliculón, vagará explorando los bujíos y
recovecos con telarañas de la casucha, en varias escenas de meritoria atmósfera
y suspense. Lidiará con ahorcados que aparecen y desaparecen de habitaciones
vacías, fantasmas que tocan el piano, el imprescindible jorobado lúbrico (del
que hablamos un poco AQUÍ y AQUÍ) y algún momento desagradable e
inquietante –sin caer en el típico gore
descerebrado de muchas de estas propuestas- para acabar configurando un
divertido y no tan convencional bolsilibro de intriga y horror, al que solo
podríamos achacarle dejar un par de cabos sueltos sin aprovechar. Sin embargo,
un final con girito sorpresa bastante resultón termina por redondear la fiesta.
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