Continúa la colección “Horror”,
clásico del fumetti editado en
nuestras latitudes, con la estructura habitual. A saber, una nueva aventura del
serial de Sepulkra, la resucitada cuya entrepierna provoca descargas eléctricas
y la muerte inmediata a todo el que intente acceder a ella; y dos historias
cortas autoconclusivas. Como siempre estas dos últimas son de época,
normalmente suelen pasearnos por entre los siglos XVIII y XIX, pero siempre hay
incursiones medievales y hasta prehistóricas. No fallan malos rollos entre familiares, cuernos, señoritas que se quedan sin ropa y sin vida casi a la misma vez y algún que otro ser deforme practicando onanismo. En esta grapa tenemos una
historia de supuesta venganza de ultratumba y un retablo sobre un anillo
maldito que nos lleva desde el reino de Salomón
hasta el de Maria Antonieta. Pero
por partes…
En “El Espectro” tenemos a
un ricachón en silla de ruedas incapaz de dar placer a su neumática y rubísima
esposa. Ella jura fidelidad, pero él, al más puro estilo “Lady Chatterley” la
anima a irse con otro semental más capaz. Ella consigue encontrar un médico de
gran fama que dice poseer un método aun experimental pero de grandes
resultados para devolverle las piernas al inválido. La gracia de todo esto
reside en que el médico es joven y de buen ver (la esposa expresará su
desconcierto, al esperar un señoro más talludito, pero él replicará que las
apariencias engañan y que, de hecho: “soy
candidato al Nobel” ), y la ama de llaves del señor de la silla de ruedas,
secretamente enamorada del mismo, sospechará algo raro desde el principio...
pero con la genialidad de que en realidad no había plan maligno alguno. El
médico es un buenorro, de acuerdo, y su tratamiento es a base de dosis de
cianuro, lo cual da que pensar. Pero todo empieza inocentemente y con la mejor
de las intenciones, a pesar de los malos augurios de la ama de llaves. Solo que
al final… lo que había pensado, ocurre. Médico y rubia se descocan y deciden
pasarse una mijilla con el cianuro para cargarse al caballero ricachón y quedarse
con casa y castillo. Lástima que la herencia hace mención a un cofre en el que
se encuentran las perras y necesiten una sesión de espiritismo para encontrarla.
Lo cual desatará apariciones fantasmales, sustos de cadáveres en bañeras,
arrancamiento de ojos y otras yerbas. Al final muere hasta el apuntador.
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Sesiones espiritistas que acaban saliéndose de madre |
En la historia de Sepulkra asistimos al climax de su
enfrentamiento con un apuesto caballero aficionado a llevarse a sus conquistas
a la alcoba, lugar en el que, con o sin fornicio, se transforma en hombre lobo
y desmiembra alegremente a la infortunada que le haya tocado. Obviamente da con
la horna de su zapato al intentar ligarse a nuestra resucitada protagonista,
así que vemos un duelo de saltos, cimbreos y esquivamientos entre hombre lobo y
resucitada en pelotas que ni los de Chaney/Lugosi
en “El
Hombre Lobo Vs. Frankenstein”. Al final, como ocurre siempre, la
lujuria salva el día, y el licántropo sucumbirá ante la idea de introducir su
peludez entre las mortales piernas de
Sepulkra, con el eléctrico, fogoso y mortal resultado. Para los que somos
fans del mismo, tenemos al final una aparición del mítico “jorobado lúbrico”,
enamorado de la resucitada.
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La perdición del chucho será hacer caso a Sepulkra |
Como anunciábamos en la
intro, “El Anillo de Salomón” nos habla de la curiosa maldición que va
de época en época de la joya del título. Comenzando en la antigüedad, con Salomón beneficiándose a la Reina de Saba gracias a los extraños
poderes del anillo. Cual enrevesado y absurdo filtro de amor, te colocas el
anillo y un espectro lujurioso aparece y te sexualiza a niveles nunca
experimentados. Pero el genio del anillo te deja a las
puertas del placer supremo y te informa de que si quieres sentir ese cosquilleo
sexy de nuevo, tienes que buscar a la persona que te dio el anillo para darte
lo tuyo. Así vemos al bíblico Salomon
cabalgando a la Reina, pero habrá consecuencias. Igual que siglos después, en
plena Francia pre-revolucionaria, cuando una cortesana usará los poderes del
anillo para poseer a la mismísima reina Maria
Antonieta. Lástima que le puede el rencor y querrá dominarla por el lado
sado y disciplinario del asunto, con arrodillamientos, fustas y otros pasotes casquivanos,
que provocarán que la reina se sulfure. Nobleza obliga. Total, para acabar en la guillotina,
como es de ley. Aunque todos los demás también palman. Como era norma en estas
historias, el desenlace se resume en escabechina, fuego y cabezas rodando. La
vida misma, vaya.
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Al principio el juego tiene su aquel, pero cuando llegamos a los latigazos... |
En resumen, la portada
maravillosa, los guiones desopilantes –a veces piensa uno qué habría hecho con
estas historias de detalles tan graciosos, y a veces sorprendentes, alguien que
supiera escribir- y los dibujos entre lo entrañable y lo mediocre, como
corresponde. Puro tebeo erótico italiano.