No estuvo muy fino el
señor Mora Gutiérrez con este
escasito “noir” chirigotesco, aunque
la lectura es adictiva, rápida y entretenida. La escasa anécdota argumental se
estira con bastante oficio pero poca chicha, y los momentos para hacerla
destacar entre la demás maraña de bolsilibros negros cortados por el mismo
patrón son bastante inexistentes. Una cosa positiva es centrar el protagonismo
en el interesante mundo de los guardaespaldas; en este caso un duro, recio,
chulesco y borde veterano del Vietnam que es empleado por una turbia asociación
para proteger a la jovencita heredera de un emporio periodístico. Este bolsi es
un claro ejemplo de artefacto para que la peña proyectara sus fantasías
heroicas y masculinamente hercúleas, tan solo un año después de la muerte del
dictador. En mi modesta opinión falta más sangre y más guarreo para completar
el cuadro, pero bueno…
Desde el principio se
muestran estas cartas: ex-soldado que no está para chorradas topa con un
empleador aún más chulo que él y empiezan a saltar chispas (“Oiga, mi sueldo era de 50 dólares al día”,
“Pero te doy 45 porque me quedo ese porcentaje por haberte contratado”,
“¿Porcentaje? Los cojones porcentaje”). Y así durante varias páginas y
variando temas. Ex-soldado obligado a cuidar de jovencita mimada y curvilínea
que le chulea e infla los cataplines dando lugar a hilarantes momentos de
bufonadas varias cuando tiene que llevarla a hoteles y discotecas. Al ex-soldado
le secuestran a la niñata insoportable e intentan colgarle el mochuelo. Y ya
pues… peleas, alguna balacera, un misterio que se ve venir a kilómetros, otro
que aparece de sorpresa en plan deus ex
machina, y muchas ironías, zas en la boca (de antes de existir el dichoso término)
y capacidad del veterano para escapar de todas las encerronas, por gordas que
sean. De hecho, cuando le preguntan al prota que como pudo descubrir el pastel, comenta un par de veces que pensó en lo más fácil y acertó (igual que el propio Lester con la trama, vaya). ¿El final? Pues sí. Ostias a los malos y boda.
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