Tercera grapa de la colección titular del hombre murciélago, y vale la pena comentarla por un par de detalles. Solo un año después
del debut del personaje y ya estamos en la época de formación total de la edad
dorada del personaje, ya con Jerry
Robinson “ayudando” a Bob Kane
en los dibujos y con los guiones del incansable Bill Finger. Pese a la introducción de Robin y el tono algo más ligero (el murciélago en esta etapa no
escatima en bromitas e ironías mientras apaliza delicuentes, mucho antes que Spiderman) también se incide en que,
pese a todo, Batman sigue siendo una
criatura de la noche a la que los criminales temen. Y obviamente el dibujo de Robinson lo presenta más elegante y
dinámico que nunca. Cuatro historias cortas
en este número (la colección titular tenía este formato, mientras que Detective
Comics continuaba con relatos más largos) y cada una un disfrute.
En el
primero tenemos la primera aparición del Juguetero, aquí conocido como Puppet Master y que le haría la puñeta
más adelante a los Titanes en la
edad de bronze con el nombre de Pupeteer.
No confundir con El Ventrilocuo, ese
genial personaje del Batman
noventero de Grant/Breyfogle. En
esta historia tenemos las habituales acrobacias, una escena de acción genial
sobre un tren y una trama de hipnotismo a distancia muy “pulp”. Luego viene la historia “El Hombre más Feo del Mundo”
sobre un villano que ejerce su venganza sobre todas las cosas y personas bellas
a base de desfigurarlas con una toxina de su invención. La cual le injectaron
por error en un experimento de laboratorio que salió rana. Este enorme absurdo,
que no merecería mayor comentario, me ha dejado anonadado porque me ha
recordado al Dr. Feator que apareció
en Pafman, mítico tebeo paródico
español, y que también era un científico que afeaba a los guapos. ¿Mera
coincidencia?
Y lo tercero que hace
genial a este número es que contiene la (precisamente) tercera aparición de Catwoman. Primera vez que se la llama
así, aunque mantiene en otras menciones su nombre original “La Gata”, y primera aparición con máscara de la señorita Kyle, que en sus primeras
intervenciones iba a cara descubierta o disfrazada de anciana indefensa que te
sustraía la cartera a la que te descuidabas. Pero la máscara que lleva Selina aquí es una terrible ordinariez
de pelos que, gracias a Chtulhu, no
duro mucho más alla de este número. El traje de seda tan años 40 una maravilla,
pero ese engendro capilar con rostro gatuno puede provocar más pesadillas que
la toxina del miedo del Espantapájaros.
En la historia encontramos el típico rifi rafe entre la gata y el murciélago
por un quítame allá esas joyas robadas a gangsters. Y termina con el clásico
momento de Batman dejándola escapar
con toda la intención y sin demasiada vergüenza (“Opps, que torpe, que le puse mal las esposas. Errr…”). En este
caso, además, la viñeta final es para Catwoman
pensando en que… caray, quizás una cena y un baile con Batman no estarían mal, en vez de tanta persecución. Mirando al
futuro…
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