De lleno en el mundo de
los “paperbacks” de terror
ochenteros, ese mundillo de mucha portada de colorín y serie muy z que a veces,
a la que te descuidabas, te cascaba autores que son referentes del género y que
pergeñaban obras maestras una tras otra. Es el caso de Joe Landsdale, es el caso de Michael
McDowell, y es el caso del señor Greenhall
que nos ocupa. Ahora que La Biblioteca de Carfax nos trae en castellano su Hellhound, recupero esta otra obra
suya. Atmosférica y con una prosa tan cuidada como es habitual en su
producción.
Primero publicada con su
pseudónimo femenino, Jessica Hamilton
(con dicho nombre, por cierto, se publicó en castellano su otra mítica novela, “Elizabeth”,
allá por el 1980), y reeditada al año siguiente en Pocket Books, “Childgrave” es una delicada pieza
de fotografía de fantasmas primero y puro “folk
horror” después, que gira en torno a un fotógrafo padre de una niña que
comienza a hablar de amigos invisibles. Pronto empezará a captarlos con su
cámara, y descubrirá que esas presencias remiten a una serie de extraños crímenes
rituales de infantes en un pueblo. Este manido argumento (no tanto, quizás, en la época) pronte deriva en algo más. No hay golpes de efecto, no hay monstruos ni
nada de “gore”, pese al contexto
donde se publicó, sino más un misterio a lo Shirley Jackson, llevado de forma elegante y con gran estilo hacia
una inevitable y siniestra culminación. El personaje principal carece del habitual planismo monocorde de muchos de estos paperbacks y, como decía, la
historia consigue entretener e inquietar con pequeñas pinceladas y un ritmo
pausado pero firme. Al igual que en “Elizabeth” el peso de extraños
acontecimientos del pasado acaban permeando en el futuro, terminando en una
historia rural de gótico moderno de gran calado.
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