viernes, 3 de abril de 2020

CHILDGRAVE de Ken Greenhall (Pocket Books, 1982)


De lleno en el mundo de los “paperbacks” de terror ochenteros, ese mundillo de mucha portada de colorín y serie muy z que a veces, a la que te descuidabas, te cascaba autores que son referentes del género y que pergeñaban obras maestras una tras otra. Es el caso de Joe Landsdale, es el caso de Michael McDowell, y es el caso del señor Greenhall que nos ocupa. Ahora que La Biblioteca de Carfax nos trae en castellano su Hellhound, recupero esta otra obra suya. Atmosférica y con una prosa tan cuidada como es habitual en su producción.

Primero publicada con su pseudónimo femenino, Jessica Hamilton (con dicho nombre, por cierto, se publicó en castellano su otra mítica novela, “Elizabeth”, allá por el 1980), y reeditada al año siguiente en Pocket Books, “Childgrave” es una delicada pieza de fotografía de fantasmas primero y puro “folk horror” después, que gira en torno a un fotógrafo padre de una niña que comienza a hablar de amigos invisibles. Pronto empezará a captarlos con su cámara, y descubrirá que esas presencias remiten a una serie de extraños crímenes rituales de infantes en un pueblo. Este manido argumento (no tanto, quizás, en la época) pronte deriva en algo más. No hay golpes de efecto, no hay monstruos ni nada de “gore”, pese al contexto donde se publicó, sino más un misterio a lo Shirley Jackson, llevado de forma elegante y con gran estilo hacia una inevitable y siniestra culminación. El personaje principal carece del habitual planismo monocorde de muchos de estos paperbacks y, como decía, la historia consigue entretener e inquietar con pequeñas pinceladas y un ritmo pausado pero firme. Al igual que en “Elizabeth” el peso de extraños acontecimientos del pasado acaban permeando en el futuro, terminando en una historia rural de gótico moderno de gran calado.



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